miércoles, 15 de febrero de 2012

Flash

Aquella mañana me preparé para tener una maravillosa experiencia. "Allí, delante de aquella musa, de aquella deliciosa diosa, permanecí eclipsado. Durante unos segundos fui incapaz de mirar más objetivo que las penetrantes pupilas de sus ojos de almendra. Aquella mujer desprendía una melancolía exquisita, como un paisaje velado y envuelto en seda, que te dejaba petrificado. Mi vida no corría peligro. Lo que tenía ante mí era una preciosa sirena. No estaba, como Robert Capa o Larry Burrows, mis admirados fotógrafos, frente al abismo. En una cruel y despiadada guerra. Pero temía morir. Llegué a presentir que algo dentro de mí me abandonaba para quedarse en la fría plaza del Guggenheim aquella mañana en la que todo el cielo de Bilbao parecía romper a llorar. Estaba desarmado. Fue entonces cuando los ojos de aquella modelo me dispararon".

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