martes, 12 de marzo de 2013

Es tan fácil mentir

Sí, es verdad: Es fácil mentir. Quizás estemos viviendo este deslucido momento porque todos nos hemos visto envueltos en una gran mentira. Una mentira de la dimensión de un océano que lo engulle todo. Manuel Vicent escribió en un artículo titulado ‘Levedad’ que las épocas convulsas han aportado históricamente grandes pensadores, grandes artistas y grandes intelectuales. Eso ocurrió en vísperas de la Primera Guerra Mundial y en el periodo de entreguerras. Vicent cita así a Grosz y a muchos otros, en todas las facetas del arte y del pensamiento: Freud, Picasso, Joyce, Sartre, Camus y Heidegger.  Me pregunto qué aportará la nuestra en la que parece cundir el pesimismo como máxima expresión artística.
Me comentaba un médico, votante de derecha, con muchos años de profesión, que ni la sanidad, que ha sido un sector respetado, se salva actualmente de la desazón que lo irradia todo. “Y es indiferente quién esté en el poder”, decía. “Todos mienten”, añadió. Siempre he creído que los votantes de derecha son fieles a su voto. La afirmación de este profesional me lleva a pensar que el descontento es de tal calado, que aquí no se salva ya nadie. El descrédito y el desánimo político es hoy una mancha negra que cala con fuerza los huesos de toda la sociedad .
Argumentos hay para la rabia, sin duda. Hay mucha gente que lo está pasando muy mal. Pero, es verdad, parece que estamos anestesiados. Sí, nos echamos a la calle. Hay manifestaciones: Contra los recortes, contra las mentiras, contra el pesimismo en general, pero vamos como robotizados. Falta nervio. Es como si el desánimo y el escepticismo fueran los máximos valores que podemos aportar en esta desesperanza que vivimos. En lugar de luchar, entran ganas de no luchar, en lugar de pelear, hay deseos de no pelear, como de no votar, como de no pensar. Total: Todo es igual ¿De no votar? Sí, de no votar. He escuchado a mucha gente y gente preparada afirmar que entran ganas de no votar. Es el cansancio y la postración más grande a la que nos están abocando.
Mi propia sobrina, estudiante de tercero de Trabajo Social y a uno de graduarse, me comentó compungida hace días: “Mi carrera no tiene futuro” “¿Qué voy a hacer cuando termine?” Le respondí: “No mujer, esto tiene que acabar algún día”. “Ya verás como sí”. Yo misma mentí. Es tan fácil mentir. Mejor mentir que invitarla a rebelarse.