lunes, 1 de abril de 2013

Café 2014

Como afirmó en un maravilloso artículo Ángeles Caso, solo deseo recibir momentos de belleza. Impregnarme de pequeños de esos fragmentos de delicadeza, calarme de esa lluvia fina. Ser ahora. Sentir ahora. Vivir ahora. Es la única manera de escapar de la tiranía de la felicidad. La felicidad es un espejismo. Una añoranza. Por eso es tan importante mantener los ojos abiertos para apretar con los dedos esos pedazos casi invisibles de bienestar que flotan en el aire como azúcar glasé. No señor, no estamos acostumbrados a percibir la felicidad. Estamos entrenados en matizar la tristeza. En enredarnos en el dolor y en enriquecer el hueco de lo que no tenemos. Poseemos mucho. Y en lugar de valorar nuestras pequeñas conquistas diarias, parece darnos gusto revolvernos en nuestras carencias. Como si nos asustara vivir con plenitud. Y sin el como. Nos asusta vivir con plenitud. Vivimos en un constante pedir, pedir y pedir. Sin tiempo para abrazarnos. Sin tiempo para entrenarnos en la propia caricia. En nuestros propios agasajos.
Me comentaba una amiga que recorría estos días metida entre cajas de recuerdos y que el pasado la estaba asfixiando de añoranza. No somos capaces de hacer limpieza de nuestras vidas. Nos dejamos invadir por una nube de polvo del grosor de una pena insoluble. El pasado: Pero ¿Por qué nos afecta tanto el pasado? Si todos somos conscientes de que el presente es lo único que podemos tocar con nuestras propias manos, por qué no actuamos ¿Por qué no cerramos las puertas que no impiden avanzar? Otro amigo me dijo que no tenía coraje para olvidar. Y yo sé que es un valiente. Ciertamente el tiempo es el antídoto contra el pasado. Pero es un brebaje que no sana de inmediato. Hay que armarse de paciencia. Y la paciencia es la virtud más complicada de practicar para el ser humano, de por sí, ansioso e insaciable. Por eso le he dicho que en abril de 2014 quedamos para tomarnos un café a las once de la mañana en un bar determinado. Falta un año. Pero es para ver si verdaderamente el tiempo ayuda.
¿Y si nos pusiéramos deberes? Como empezar a aceptar el juego de la vida: A aceptar, por ejemplo, que nuestras pequeñas heroicidades, por minúsculas que parezcan, son grandes pasos para la conquista de nuestro bienestar. Quitarse el polvo, arrojar las cajas del pasado, desprenderse del lastre. Si el tiempo lo da todo es mejor caminar hacia el tiempo. No avanzar con el pie cambiado. Que es caminar con los ojos vendados. Que es como tropezar de forma constante y sin remedio.

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