domingo, 29 de julio de 2012

Contar sueños

Eduardo Galeano afirma en su libro ‘Bocas del Tiempo’ que los informativos no se ocupan de los sueños. Ciertamente, los informativos están cargados, más que de sueños, de cifras, de datos, de números. Son fríos. Los sueños son otra cosa, no entienden de actualidad. Son como la espuma. Pero, a veces, a veces, los sueños se cuelan en los informativos. Estoy convencida. El otro día me escribió una chica, una vecina de Huelva, contándome, “por si usted considerase publicar esta noticia en su medio”, una historia que forma parte de los sueños. De esos sueños en los que ciudadanos anónimos realizan actos heroicos capaces de devolver a la vida un gesto de humanidad. Tan necesario, por cierto. Esta vecina me relataba que un policía local de paisano evitó un atraco el otro día en una peluquería en una de las calles de la capital. El agente, que pasaba por el lugar, vio cómo el atracador salía del establecimiento a la carrera, huyendo del lugar con el botín. El agente persiguió al ladrón y logró reducirlo y pudo así avisar a sus compañeros. El propietario del local agradeció tremendamente el gesto al policía. Los informativos, piensan muchos ciudadanos, sólo traen noticias tristes. Últimamente lamentables con la crisis. Mejor no leerlos, mejor no escucharlos. Pero pequeñas historias como ésta, créanme, hacen que los informativos se crezcan y no dejen pasar por alto la belleza que arroja la cotidianeidad de la vida. 

jueves, 5 de julio de 2012

Lecturas







Yo creo en ese lenguaje que se transmite de libro a libro. De que un libro lleva inevitablemente a otro libro, como si una puerta te condujera inevitablemente a otra. Ese lenguaje se da también con los amigos, con los artículos que lees o con los mensajes que surgen en nuestra vida cotidiana: De repente, un día viajas en coche escuchando la radio y alguien comenta que ha leído tal o cual novela y se te agudiza el gusanillo devorador que llevas dentro. Este pasado fin de semana Antonio Muñoz Molina afirmó que “no hay un gran libro que no contenga, al menos, un gran viaje”. Lo decía a propósito de ‘La edad de los prodigios’, del historiador británico Richard Holmes. Los libros contienen viajes e invitaciones a otras lecturas dentro de sus propias narraciones. Yo leí ‘la elegancia del erizo’ y ese libro me condujo como un imán a Ana Karenina, aunque resulte así, a voz de pronto, una excentricidad.  Un artículo de Manuel Vicent me hizo descubrir un verano de grandes lecturas a Julio Cortázar y a ‘Rayuela’, novela que amo por encima de todas las cosas. Un amigo me ha dicho que lea ‘Bocas del Tiempo’ de Eduardo Galeano, que contiene fantásticos relatos. Entre ellos me recomienda ‘Historia Clínica’ y ‘El mar’. Me dijo, mi amigo, que lo que más le gustaba de Galeano era su capacidad para llegar a las reflexiones que construye. Ahí está, supongo, la genialidad del escritor. Yo le dicho que para mí, entre otras cosas, lo más hermoso que te puede aportar la literatura, si es que la literatura contiene alguna utilidad práctica, es precisamente poder abrirse a esas reflexiones que nos aportan los otros. Compartirlas o no. Crecer con ellas.