miércoles, 19 de marzo de 2014

Felicidad: ¿Ciencias o letras?

La experiencia, la formación y la educación que haya tenido cada cual resultan importantísimas a la hora de interpretar las cosas, de analizarse a sí mismo y de mirar el mundo. Estos días hablábamos mi prima y yo sobre la felicidad. El tema, reconozco, me apasiona. Me fascina en el sentido de que considero que tenemos al alcance de la mano las claves, si no para ser felices en su totalidad, sí para vivir mejor. Especialmente para sentirnos mejor en la vida que vivimos. Muchos de nosotros no vivimos la vida soñada. A muchos más nos entra la anhelada necesidad de cambiar nuestros hábitos. Conocemos qué nos hace sentirnos mejor y en cambio, retrocedemos y nos colocamos cada noche como los murciélagos, a dormir boca abajo. Mi prima, una mujer de ciencias, me comentaba que le había llamado la atención un documental en el que hablaba de las conexiones existentes en el cerebro que inciden en nuestra felicidad. Algo así como que física y biológicamente la felicidad es abordable. Es decir, que las claves de la felicidad y del bienestar residen en la ciencia y en nuestro organismo. Para una persona, con una formación de letras en su definición clásica como yo, que la felicidad dependa de la ciencia es como desentrañar los misterios de la trigonometría. Una tarea apta únicamente para deportistas avanzados. De hecho, tengo una cuenta pendiente con los problemas de trigonometría desde que era adolescente. Muchas veces he soñado con un faro y un barco en el que navegaban dos personas. La distancia del barco al faro era lo que había a resolver. En mi sueño el barco acababa lamentablemente hundiéndose. Chari y yo solíamos estudiar juntas en el instituto. Yo literatura y textos de griego y latín. Ella matemáticas, física y química. En los descansos tratábamos de acercarnos las materias. Hice letras, más que por amor a la literatura (por supuesto, sigo siendo apasionada) por una manifiesta incapacidad para entender los entresijos de las matemáticas. Siempre pensé que las matemáticas son como los interiores de un ordenador: Un aparato lleno de cosas incomprensibles para mí. Mario Vargas Llosas habla de esto en el libro ‘Travesuras de una niña mala’ ¿Por qué hay personas que son virtuosas de la música o de la pintura, otras tienen esa capacidad para los cálculos o la literatura?
El caso es que siempre percibí que Chari era una privilegiada porque la literatura y las ideas son más fáciles de transmitir. Yo le relataba entonces las maravillas de los poemas de Pedro Salinas o de la filosofía de Kant. Mi descubrimiento  de la libertad interior del hombre en sus decisiones. En esa preciosa idea de la dignidad del hombre. Y sentía que ella me entendía. La felicidad, entonces, estaría oculta entre estas materias. Jamás se me habría ocurrido adentrarme en el cuerpo humano para buscar una explicación científica. La felicidad para mi tiene un sentido de tragedia griega. Se resume en ese pasaje de la ‘Antígona’ de Sófocles en el que dice: “Cuando los hombres dejan escapar los motivos de su felicidad, no considero yo que ese tal siga vivo, sino que pienso que es un cadáver animado’. Los griegos, he aprendido, pensaban que el dolor y el sufrimiento es un sentimiento que ennoblece y enseña. Que se aprende sufriendo. Platón decía que “la vida es una mezcla de dolor y alegría y al mismo tiempo de lo trágico y lo divertido”.